viernes, 25 de junio de 2010

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Plásticos con etiqueta ecológica

En los primeros años del siglo veinte, la investigación de materiales sintetizados a partir de ácido glicólico y otros ácidos-alcoholes fue abandonada porque los polímeros resultantes eran inestables para su utilización industrial a largo plazo. En el nuevo milenio, sin embargo, vivimos la revolución en el mercado de los polímeros plásticos. Muchas cosas están hechas de plásticos, rígidos y blandos pensados para durar. El problema es que día a día muchos de estos productos se descartan después de su uso.
Según el informe presentado en 2002 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se desechan unas 7 toneladas diarias de residuos en el mundo. De éstas, un promedio del 12,5% pertenece a plásticos en sus distintas formas. La problemática de los residuos plásticos crece a causa del incremento mundial de su producción y consumo.
El agotamiento de la capacidad de los vertederos, agudizado por el gran volumen y resistencia a la degradación de los plásticos, los diversos impactos biofísicos de su acumulación en el entorno como la disminución de la producción de las cosechas, de la pesca, de los sistemas de irrigación de los cultivos, etc., y el hecho de que el 99% del total de plásticos se produce a partir de combustibles fósiles, ha aumentando la presión sobre las ya limitadas fuentes no renovables. El polietileno depositado en los suelos, incluso en cantidades mínimas, está alterando a la Tierra, ya que al ser derivado de fuentes fósiles, y por lo tanto una sustancia artificial, altera las propiedades fundamentales del suelo contribuyendo así al efecto invernadero.
Los plásticos biodegradables proporcionan una posible solución a este problema ya que, por un lado, podrían desviar parte del volumen de plásticos de los vertederos a otros medios de gestión de residuos, y por el otro, contribuirían a la preservación de los recursos no renovables.
Actualmente, las resinas empleadas en la fabricación de plásticos biodegradables son de dos categorías: naturales y sintéticas. Las resinas naturales (o biopolímeros) tienen como base recursos renovables tales como el almidón y la celulosa, y los polihidroxialcanoatos (PHA) producidos por microorganismos. Otros polímeros, como las proteínas y las pectinas pueden también utilizarse, potencialmente, para desarrollar plásticos y polímeros biodegradables. Los polilactidos (PLA), poliésteres alifáticos formados por polimerización del ácido láctico, se incluyen generalmente en esta categoría ya que el monómero puede producirse por fermentación.
Sin embargo, debemos distinguir entre plásticos biodegradables "verdaderos", que se descomponen en sustancias no tóxicas tales como dióxido de carbono y agua, y los plásticos biodestructibles. Estos últimos están constituidos por polímeros derivados del petróleo que incluyen mezclas de almidón degradable. En este caso, lo único que se disgrega en el medio ambiente es su componente de almidón dejando el polímero sintético inalterable detrás.
Probablemente el primer paso que permitió pensar en los plásticos de origen bacteriano fue el dado por el Instituto Pasteur de Francia en 1926, cuando se descubrió que la bacteria conocida como Bacillus megaterium podría producir poliéster. Sin embargo, sólo la crisis del petróleo de 1973 obligó a la industria plástica a buscar una fuente alternativa y, desde entonces, han proliferado los estudios en torno a esta opción.

Reparto pionero de bolsas de compra biodegradables

El Mercadillo del Agricultor de Tacoronte se ha convertido en el primer recinto comercial de sus características, en toda Canarias, en sustituir las tradicionales bolsas de plástico por otras biodegradables. El conocido espacio de compras del municipio norteño fue escenario, días atrás, de la presentación de la "Campaña de concienciación en el uso de bolsas de plástico y mejora del medio ambiente". El acto contó con la presencia de las tres entidades participantes en la iniciativa; Hermógenes Pérez, alcalde de Tacoronte y presidente del Mercadillo agrícola; Pedro Ramón Martín, director comercial de CajaCanarias en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, y el vicepresidente del Mercadillo del Agricultor, José Ángel García.

Durante el encuentro se dieron a conocer los principales ejes del convenio firmado entre las tres partes implicadas. El Mercadillo del Agricultor de Tacoronte comenzará a partir de ahora un plan destinado a reducir considerablemente los efectos dañinos de la actividad del complejo en el medio ambiente. Entre las actuaciones previstas para los próximos meses, destaca la utilización de bolsas biodegradables, un recurso que acompañará de forma gratuita a cada cliente, hasta el próximo año 2011, fecha en la que cada bolsa comenzará a cobrarse a precio de costo. Gracias al plan solidario de CajaCanarias se iniciará el reparto de bolsas de tela para que puedan ser utilizadas durante toda la semana, en sustitución de las bolsas de plástico. El Mercadillo sorteará durante los próximos meses, entre todos sus clientes, cestos de mimbre y bolsas de lino, con el fin de ir reduciendo progresivamente el uso de bolsas biodegradables, dado el elevado costo de las mismas. También se efectuará una recogida selectiva de basura, a través de varios contenedores de vidrio, papel y plástico.

Bolsas que hacen un guiño al medio ambiente

La concienciación acerca de la reducción del uso de las bolsas de plástico para colaborar con la preservación del medio ambiente, aunque crece paso a paso, todavía no resulta del todo efectiva. Sobre todo, al tener en cuenta que España es el primer país productor de plástico de un único uso y el tercer consumidor de toda Europa. Para combatir las consecuencias que tiene este material considerado extremadamente nocivo para la naturaleza, y que llega a tardar unos 150 años en degradarse, ya se contemplan varias iniciativas.
Entre ellas, se encuentra la de un grupo de investigadores de la UMH que ha desarrollado un proyecto para la creación de bolsas biodegradables a partir del aprovechamiento de un residuo de la chufa. Un estudio que avanza favorablemente y que pretende ser factible con la creación de una empresa de base biotecnológica. De hecho, según asegura José Ángel Pérez, profesor de la Escuela Politécnica Superior de Orihuela de la UMH y asesor del proyecto, la propia universidad, a través del Observatorio Ocupacional, ya está realizando las gestiones pertinentes para poder crear la empresa. Esta idea, que también acaba de logar el premio del VI Certamen Innova- Emprende del centro académico, forma parte de la tesis de dos alumnas del doctorado de Biología y Ciencias de la Alimentación, Elena Sánchez y Evangélica Fuentes. Dos expertas en nutrición que han desarrollado una iniciativa que, además de suponer un guiño al medio ambiente, permitiría aprovechar un almidón no comestible.

Las bolsas gratis en el súper son cosa del pasado

Las bolsas gratis en el súper van camino de convertirse en cosa del pasado. Y, mientras tanto, se han convertido en uno de los últimos caballos de batalla de la gran distribución. Las compañías están obligadas por la legislación a reducir un 50% la utilización de las bolsas de plástico entre 2010 y 2014, aunque tienen libertad en la fórmula para alcanzar este objetivo.
Así lo marca el Plan Nacional Integrado de Residuos (PNIR), aprobado en diciembre de 2008 y que transpone la legislación comunitaria. Dentro de este propósito, desde el pasado 1 de enero, están prohibidas las bolsas de un sólo uso, que son aquéllas con un gramaje tan bajo que no permiten su reutilización.
Aquí es dónde comienza el problema. Las tradicionales bolsas de camiseta, fabricadas con plástico, están permitidas porque son un producto reciclable. Sin embargo, desde el punto de vista ecológico, la falta de concienciación entre los ciudadanos para su correcto reciclaje dificulta que sigan siendo utilizadas.
Entre los grandes distribuidores ha surgido una corriente para eliminar las bolsas de plástico (gratuitas para los clientes en la mayoría de los casos) en sus tiendas. Con esta fórmula, además de acercarse a los objetivos del PNIR, eliminan un costo, ya que cada unidad cuesta alrededor de un céntimo de euro.

Iniciativa

Carrefour ha abanderado este doble movimiento de respetar el medio ambiente y potenciar un ahorro de costes. Hace un año, el grupo galo decidió eliminar de forma progresiva las bolsas de plástico de sus establecimientos y apostó por poner a la venta bolsas alternativas: de rafia (fibra), de algodón, biodegradables de fécula o monedero, entre otras.
La propuesta más barata para los consumidores eran las biodegradables, que se regalaron al inicio de la campaña. Luego se cobraron a 0,05 euros y, después, la tarifa subió hasta los 0,10 euros. Ahora, Carrefour ha rebajado su precio hasta 0,01 euros y, en algunos centros, ya no se cobran.

Para el grupo francés, la eliminación de las bolsas de plástico «ha sido un éxito gracias a la colaboración de sus clientes». Según sus datos, más del 96% de sus compradores acude a la tienda con sus propias bolsas, mientras que otro 1,7% utiliza el tradicional carrito de la compra.

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